Pecado: ¿caída o deslizamiento?

Durante siglos la definición del pecado ha sido concebida como una caída, desde el primer pecado, el pecado original de Adán y Eva, siempre se ha utilizado esta expresión.

En efecto, el pecado, en su esencia es una ruptura, una traición, una negación.

Es sobre todo una ruptura de una relación. En el caso de los progenitores, se trata de la ruptura de la amistad con Dios, con el propio creador con el cual tenían una relación de amistad.

Es  una traición, porque es unilateral y no tiene en cuenta al otro o a los demás. Todo acontece unilateralmente desconfiando del otro, y hasta escondiéndose como hicieron Adán y Eva.

Es una negación de una verdad suplantada por una mentira. En el caso de Adán y Eva, la tentación consiste exactamente en la insinuación que Dios le está escondiendo algo, que los está limitando en sus potencialidades y por este motivo no quiere que coman del fruto del árbol de la vida.

Si lo pensamos bien, la tentación consiste en poner en duda la esencia del pecado: ¿Que hay de malo en comer del fruto del árbol de la vida? ¿Acaso, poseer la vida en plenitud y ser como Dios, es algo malo? 

En efecto, la tentación es la autosuficiencia, hacer a menos de Dios y ponerse en su lugar. Aquí está todo el problema del pecado. No reconocer quienes somos, de dónde venimos y cuánto es frágil nuestra existencia. En esta confusión de identidad, tampoco valoramos la relación de amistad con Dios que nos regala su intimidad y nos llena de su amor.

Así sucede que cuando el hombre piensa de poseer la vida en plenitud por haber cortado el cordón umbilical con Dios, simplemente descubre que su vida era en plenitud cuando estaba con Dios y ahora debe experimentar la muerte que es la primera y más grave consecuencia del pecado original.

La unión con Dios, la amistad con Él, era la vida del hombre. La traición del pecado conlleva la vergüenza de sí mismo y la necesidad de justificarse acusando a otro. Adán acusa a Eva y Eva acusa a la serpiente.

La consecuencia visible y tangible del pecado es la ruptura de la comunión con Dios y la pérdida de la propia dignidad. Con la traición y la desconfianza, el hombre ya no puede estar en el jardín del paraíso y experimenta la dura lucha de sobrevivir.

Esta experiencia muy dura es conocida como la “caída”. 

Es una caída porque antes el hombre estaba en un pedestal, en una condición de bienestar que le aseguraba armonía con la creación y comunión con Dios, mientras ahora está solo, se siente engañado y prueba tristeza. Hay un contraste entre el antes y el después.

En la situación actual el ser humano experimenta una tristeza profunda, un malestar oscuro, una falta de sentido de la vida. Advierte que no es esta la vida que quiere, y anhela otra vida a la cual se siente llamado desde la profundidad de su ser. 

El hombre advierte de estar por el piso, pero no sabe cómo llegó a esta situación. Nunca ha advertido el dolor de la caída y la tristeza y el sufrimiento que prueba son anestesiados con el entretenimiento y los objetos que siempre más se proponen como compensaciones para rellenar vacíos. 

Esta situación es la que yo defino como el “deslizamiento” que ha sustituido la caída.

Hoy en día nadie comete pecado, por lo menos así piensa. Y aunque se advierte que algo no es tan correcto, se culpa siempre a otro. Las nuevas teorías sociológicas han convencido al mundo que la realidad es un producto social, y nadie es realmente libre ni responsable plenamente de sus acciones.

Entonces, el individualismo que caracteriza nuestra sociedad se mezcla con la autoestima y la necesidad del éxito personal. Todos quieren ser los primeros, ya no existen o no tienen valor los segundos, terceros y muchos menos los que no entran el los podios de las medallas. Poseemos siempre más cosas, gozamos siempre más de tiempo libre,tenemos niveles más altos de preparación académica, sin embargo aumentan las nuevas formas de esclavidud clasificados como enfermedades o trastornos: alcoholismo, ludopatía, adicciones a narcóticos, pedofilía,etc.

Las modas culturales, las ideologías políticas, el relativismo filosófico hacen que cada uno construya un modelo de vida personal, muchas veces adecuado a los propios puntos de vista personales. En esta óptica se comprende cómo pueden existir personas que se profesan cristianos, sin embargo están en contra de la Iglesia, del Papa y de la tradición cristiana. Hay corrientes tradicionalistas, progresistas, liberales que justifican cualquier tipo de comportamiento, desde el aborto hasta el racismo, desde la usura hasta la prostitución, desde las discriminaciones sexuales y étnicas, hasta el rechazo de los refugiados. Para todo hay una explicación y una justificación. ¿Adónde está el mal? Además, si una cosa que es considerada mal es practicada por muchas personas, ¿por qué continuar a considerarla mal? Lo que vale es la mayoría de los consensos. El bien y el mal ya no se distinguen con claridad.

En esta situación vive la mayoría de las personas, y el malestar personal se convierte en malestar social, con reflejos en todos los campos de la vida.

Para salir de esta situación, que no es por nada fácil, el primer paso es tomar conciencia del estado en el que nos encontramos. Reconocer el mal es el primer paso para iniciar un proceso de sanación. El segundo paso es querer salir del pantano en que nos encontramos y estar dispuesto a hacer algún sacrificio para lograrlo. El tercer paso consiste en reflexionar sobre las cosas que poco a poco nos han llevado a la situación en que estamos, aquellas cosas que no consideramos malas, pero que también podemos afirmar que sean buenas o indispensables.

Este camino de “retorno”, que en lenguaje religioso se conoce como “conversión”, es un camino de salida. Así como el deslizamiento es de bajada, la conversión es de subida. Este camino de conversión inicia cuando estamos dispuestos a dar una media vuelta a nuestra vida y cambiar la dirección hacia donde queremos ir.

El camino de conversión es sin duda alguna una experiencia interior personal e individual, sin embargo, reconocer nuestra fragilidad y la necesidad de soporte por parte de la comunidad, ayuda en los momentos difíciles.

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